Cuéntame un cuento II: `La puerta roja´, por Ainhoa García

Bienvenidos a la II Edición de la sección Cuéntame un cuento, donde vosotros sois los protagonistas. Cada domingo publicaremos un relato que seleccionaré de entre todos los que me enviéis a webchicasombra@gmail.com. El género es libre, y la extensión un máximo de 3000 palabras.

Hoy os dejo con La puerta roja, de Ainhoa García.



La pesada puerta de acceso se cerró a su espalda, chirriando tras su paso. Solo una suave luz anaranjada iluminaba la diminuta sala de espera, parpadeando a cada instante y dejando la estancia a oscuras durante varios segundos. 

Adan estaba nervioso e impaciente a partes iguales. Él, de carácter dominante pero tímido, nunca se había planteado acudir a una cita como esta. Sin embargo, al ver la cara de Esmeralda en su anuncio, algo en su interior despertó, como si una sirena le llamase con su poderoso canto, y simplemente no pudo evitarlo.  

Sentado en un sillón incómodo y desgastado, trataba de distraerse con la pantalla de su teléfono, aunque el sonido del reloj que colgaba en la pared no le permitía evadirse del todo. 

Justo veinte minutos después, casi convencido de su error, se levantó decidido a marcharse. Justo veinte minutos después, se abrió la Puerta Roja. 

Primero escuchó sus tacones de aguja, pisando con decisión a cada paso que daba en su dirección, grácil y segura. Gracias al efecto de la luz, parecía que Esmeralda avanzaba a cámara lenta; resultaba hipnótico. 

Adan tardó un segundo en armarse del valor suficiente para mirarla y, aun así, lo hizo por partes. Primero sus infinitas botas, acordonadas hasta medio muslo; su minúscula cintura encorsetada; sus pechos perfectos, a punto de escapar del ajustado cuero en cada inhalación; su cara… El semblante de esa hermosa mujer hacía que le temblasen las piernas, era incapaz de parpadear en su presencia. 

–Levanta –ordenó Esmeralda con rotundidad. 

Adan se puso en pie de un respingo, y se cuadró frente a la que ya era su ama. 

– Ven aquí, quiero verte a la luz. –Continuó girándose y volviendo sobre sus pasos. 

Avanzó lentamente, siguiendo el vaivén de sus caderas hasta el centro de la habitación.  

En su espera, imaginó qué le aguardaría tras la Puerta Roja. La había idealizado como un paraíso de terciopelo y polipiel, abarrotada por esposas, látigos y juguetes varios para infligir dolor. Esperaba colores oscuros, negro, quizás rojo, y una luz tenue que aportara intimidad. Nada más lejos de la realidad. 

Se encontró en mitad de una sala casi vacía. Alicatada hasta el techo, con enormes azulejos gris perla y suelo de hormigón pulido. Había tubos fluorescentes ocupando todo el techo y el mobiliario era prácticamente inexistente: un armario empotrado, una pequeña camarera con lo que parecía un juego de licor y una gran equis con argollas en cada extremo. Y había algo más, una puerta trasera. Todo de acero. 

–¿Nervioso? –preguntó ella en un tono más sosegado. 

Adan asintió sin abrir la boca. 

–Bebe esto, ayudará a que te sientas más cómodo –dijo ofreciéndole un elegante vasito en el que acababa de servir alguna bebida de un ámbar profundo. 

– ¿Bourbon? –preguntó Adan tras beberlo de un trago. 

–Algo así –contestó con una sonrisa inquietante avanzando hacia él–. Ahora, quieto. 

Esmeralda comenzó a desabrocharle la camisa, lentamente, botón a botón. Cuando la tuvo en sus manos, la dobló cuidadosamente y la colocó en la parte baja de la camarera, inclinándose de una forma estudiada. Entonces, regresó a su lado. 

–Zapatos fuera –le ordenó señalando al lugar donde había colocado su prenda.  

Esmeralda miraba con firmeza cómo Adan obedecía sus peticiones sin rechistar; parecía satisfecha con su nuevo fichaje y lo fácil que resultaría doblegar sus instintos más primarios. 

Altiva, rodeó al hombre que tenía junto a ella, posó la mano sobre su abdomen y le recorrió entero, arañándole sutilmente con los anillos de garra que adornaban sus dedos. Continuó girando a su alrededor, apretando un poco más en cada vuelta, hasta comprobar que su recorrido comenzaba a dejar huella en la tostada piel de su esclavo. Era el momento de desnudarle por completo y comenzar a disfrutar. 

Dejándose hacer, Adan perdió la noción del tiempo. Se encontró atado de pies y manos a la enorme estructura que presidía la habitación. Apenas notaba el frío del metal en su espalda o en sus nalgas, y de su boca, entreabierta, escapaban unos rítmicos jadeos. De repente, la oscuridad. Esmeralda puso una venda sobre sus cansados ojos y devoró sus labios. Un regusto ferroso se deslizó por la garganta de Adan al tragar su propia sangre. 

–Bebe un poco, te hará bien –dispuso de nuevo, y él lo hizo. 

Una puerta del armario se abrió y se cerró.  

Un arañazo rápido y profundo bajo el ombligo, algunas gotas carmesí en el suelo y un gemido profundo. Un fuerte sonido chirriaba cerca de su oído. Adán se sentía arder, hasta el punto de oler a carne quemada. Creía que le iba a estallar la cabeza. 

De repente, notó una fuerte presión en la base de su miembro y un placer extremo le recorrió la espalda hasta la base del cuello. Estaba mojado, caliente y pegajoso. 

La presión fue en aumento, succionaba su ser como nunca antes, hasta que, al fin, paró. Un chasquido, un golpe de metal y su esencia se desparramó por el suelo a borbotones mientras Adan, exhausto, se quedaba dormido. 

En su mente, a oscuras, Adan descansaba tras el mejor orgasmo de su vida. Bajo la luz de los fluorescentes, Adan no volvería a despertar. 

Esmeralda le quitó la tela que rodeaba su sien, empapada en sangre y ácido que resbalaba del cráneo trepanado, y la dejó caer sobre el charco del suelo. Le miró a los ojos mientras se apagaba la poca luz que en ellos quedaba, y suspiró satisfecha al notarlos vacíos. 

Caminó hacia la puerta trasera sin mirar atrás. Su trabajo y su disfrute acabaron allí. 

Ella dejaba la habitación y entraban dos señoras con bata y patucos de plástico. Era la hora de la limpieza.  

–Odio cuando es así –espetó una de ellas recogiendo el flácido pene del suelo. 

–Para mí es peor cuando les destripa.  


Chica Sombra

13 comentarios:

  1. Buenos días Tamara preciosa,

    No soy muy amiga de estos relatos pero, éste ha tenido un toque siniestrillo que me ha encandilado.

    ¿Todo bien? Siempre te veo llena de magia y teatro cada vez que te leo.

    Pasa un feliz Domingo,

    Ainoa Bravo

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  2. Guau, me leería un libro sobre esta mujer, vaya personajazo! Me ha encantado. Enhorabuena a la autora.

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    1. Quién sabe, igual me animo y le doy vida a Esperanza... 😉

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  3. Verónica Tejedor Escribano16 de octubre de 2022, 16:46

    Brutal! Me he quedado con ganas de más. Enhorabuena a la escritora.

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  4. Mi opinión.la historia está bien planificada. La descripción d los prsonajes y d la habitación muy acertada xq le permite sembrar muy bien la intriga, d forma q el lector queda enganchado y expectante ante el desenlace contado lujo d detalles.

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  5. La verdad es que me ha dado cierto repelús al leerlo, está muy bien escrito. Besos

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    1. Gracias, me alegro de que te haya dado repelús, eso es que estaba bien metida en la historia, jejeje.

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  6. Cristina Guevara María21 de octubre de 2022, 9:56

    Muy bien descrito, te imaginas cada momento. Crudo y atractivo. Muyyy buena escritira Ainhoa.

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