Opinión personal de Tony Jiménez:
Todos envejecemos. O maduramos, que suena más bonito y con mayor dosis de dignidad, aunque es cierto que ambas palabras no significa lo mismo. Pero todos lo hacemos. También los escritores, claro. Sin embargo, a estos, si se mantienen en activo, se les nota en otros aspectos como, por ejemplo, en su trabajo. Ocurre también, por supuesto, con los actores, con los directores, con los desarrolladores de videojuegos, con los guionistas, con los músicos, con los pintores... Las disciplinas artísticas y la cultura popular evoluciona, envejece y evoluciona. En muchas ocasiones, podemos asistir a estos procesos prácticamente en tiempo real, en especial si los profesionales no se detienen y más aún si son prolíficos. En el caso de mi querido, venerado, respetado, admirado y reverenciado Stephen King (ya era hora de que hablase de él en una reseña dedicada a él, valga la redundancia, sin que fuera una referencia o un comentario y nada más), lo de ser prolífico se queda corto; no digamos ya lo de observar en tiempo real cómo va evolucionando, madurando y envejeciendo, pues va a libro publicado al año... como mínimo. Y, sí, lo de hacernos mayores es uno de los grandes temas de su literatura, más todavía en los últimos años, cuando ya él mismo se nota los achaques y privilegios de la edad.
Con el Rey, lo de la madurez viene de largo. Su carrera como escritor se puede dividir en varias etapas, todo depende de cómo nos las tomemos y teniendo en cuenta que muchos la parten en dos: la clásica y la moderna. Hace años, hubiera tenido algún sentido esta forma de simplificar sus cincuenta años de carrera desde la publicación de ese clásico que es "Carrie", pero a estas alturas parece que las obras que tendría esa etapa moderna superan, por mucho, a los que tendría la clásica, por lo que hablaríamos de una desigualdad bastante evidente. No entro en la calidad, porque es cierto que desde la publicación de su primer libro hasta los años 90 hallamos en su bibliografía algunos de sus mejores y más populares textos, aunque desde entonces, los que ha ido publicando poco (o nada) tienen que envidiarles. Al final, es mejor hablar de etapas por décadas que por "bloques", sobre todo porque parece que la escritura del autor ha ido madurando con los años. ¿Lo lógico? Por supuesto, incluso con alguien como Stephen King, que ya con su primera novela parecía que lo tenía todo hecho. Pero... no. Nunca ocurre así. Menos aún con un narrador tan prolífico, insisto, con tantos y tantos títulos en su universo literario. Hubiese ido muy aburrido, ¿verdad? Que llegara a su tope con su manuscrito de estreno. ¿Y después? ¿Qué? ¿Más de lo mismo? ¿Sin margen para la mejora? ¿Para tratar otros temas? ¿Para que la madurez mueva sus dedos? No, no. Ese no era el destino de nuestro querido Steve. Ni pensarlo.
Curiosamente, a King se le ha echado en cara que madure. Sí, que madure, que le interesen otros temas además del terror, que deje de lado las ideas y conceptos que trataba en los 80 para centrarse en otras que le han ocupado espacio mental esencial desde su más popular década. ¿Cuántos veces hemos tenido que aguantar los que somos lectores constantes esa tontería de que escribía mejor antes? ¿Que escribía mejor cuando se drogaba? Que se lo digan a "Tommyknockers", ¿verdad? El drama, a veces con ciertos toques fantásticos, echó a un lado al terror en los 90; a principios del presente siglo la fantasía y luego la ciencia ficción fueron las protagonistas; y a partir de entonces parece que el thriller y el suspense están ganando la partida. Madurez, así de simple. En la forma y el fondo, porque da la sensación de que al tío Steve le gusta jugar con eso de ir adquiriendo edad, y no sólo hablo de ahora, pues en su bibliografía es habitual hallar novelas y relatos con ciertos toques autobiográficos y repletos de anécdotas e intereses reales relacionados con un momento concreto de su vida. "Insomnia" y "Dolores Claiborne" son grandes obras que tratan la vejez, el ir madurando mental y físicamente, la forma en la que cada ser humano afronta los últimos años de su vida, repletos de regalos y desdichas. Sin embargo, por entonces el novelista no tenía la edad que tiene ahora, no tenía la edad suficiente para dedicarle a la senectud esta especie de tratado que es "Si te gusta la oscuridad", y lo afirmo así sin olvidar lo bien que lo hace en los dos títulos mencionados.
Sí es verdad que sería algo injusto asegurar que esta antología, formada por doce historias (relatos y novelas cortas; cinco publicadas con anterioridad y siete inéditas), se centra solamente en la madurez, el paso del tiempo, la vejez y, finalmente, la muerte. En realidad, aunque hay algo de eso incluso en aquellas que no tratan estos temas como protagonistas, no todos los cuentos del libro navegan por dichos conceptos e ideas. Por ejemplo, "Los soñadores" tiene mucho de H. P. Lovecraft y asociados, siendo una de las obras breves del tío Steve que más se aproximan a la literatura del de Providence; complicado es tildar "El quinto paso" de algo sin desvelar absolutamente nada de él, pero sí diré que es uno de los mejores ejemplos de cómo hacer un buen relato de terror; algo similar podría añadir sobre "Willie el Friki", que rememora al King más de "El umbral de la noche"; reconozco que "Finn" es el texto que menos me ha gustado de todo el volumen, y no sabría siquiera cómo definirlo; ya había leído "El experto en turbulencias" gracias a la recopilación "Por los aires", dedicadas a tramas espeluznantes, de suspense e incluso de carácter fantástico relacionadas con los aviones, y me sigue pareciendo de lo más original; tampoco puedo comentar mucho sobre "La pantalla roja", pero pensad mal y acertaréis; colocaría "En la carretera de Slide Inn" entre lo más flojo del tomo, aunque posee la virtud de recordaros lo bueno que es el escritor a la hora de llenar de suspense y miedo situaciones de lo más cotidianas; y a pesar de que "El mal sueño de Danny Coughlin" no me ha llenado todo lo que esperaba (atentos a su extensión, porque casi es la misma que la de "Carrie", que se dice pronto), sí me ha parecido tremendamente interesante esa forma de poner patas arriba la vida del protagonista sólo por querer ayudar.
¿Qué me queda por comentar entonces? Los que para mí han sido los platos fuertes, aquellas historias que se adentran casi en exclusiva en lo que comentaba antes acerca de la madurez, la vejez y el final de la vida, siendo esenciales para considerar "Si te gusta la oscuridad" quizás una de las pocas antologías de Steven que sí están dedicadas a una cuestión muy concreta, aunque, al fin y al cabo, esté construida a su modo, con relatos y novelas cortas cogidas de aquí y de allí junto a otros trabajos ideados expresamente para la ocasión. "Laurie" no es de esos, la verdad, siendo de los textos más cortos del volumen, pero también de los más bonitos y de los que mejor trata cómo va eso de tener un animal de compañía, un amigo de cuatro patas, cuando se está alcanzando cierta edad. Y ahí vamos con "Dos cabrones con talento", "Serpientes de cascabel" y "Hombre Respuesta", más novelas cortas que cuentos, tan similares en el fondo que bien podrían haber formado su propia recopilación. Sin contar demasiado sobre estos títulos, el primero no puede ser más King, con su particular cotidianidad de pequeño pueblo de Estados Unidos mezclada con una gran lección sobre el talento y la creatividad, aderezado todo con más de una pizca autobiográfica; el segundo es la cacareada secuela de "Cujo", uno de los trabajos más populares del autor, gracias a su particular argumento del san bernardo asesino y a la adaptación cinematográfica, y sí, es una secuela en toda regla o, más bien, lo que "Doctor Sueño" es para "El resplandor", y hasta ahí puedo desvelar de una historia tan emotiva como escalofriante; y sobre el tercero, bueno, que me ha resultado tremendamente agridulce, en especial por su final, una forma perfecta y dolorosa de acabar el libro, tanto de lo uno como de lo otro que el maestro del terror bien podría haber terminado su carrera con él, algo que, por fortuna, no es así. No quisiera finalizar estas líneas sin mencionar la magnífica edición en tapa dura con, ojo a la sorpresa, una primera tirada especial con cubierta reversible. ¿Apostamos a que cuando aparezca la edición de bolsillo, muchos le van a cambiar la cubierta a esta de lujo para así tener las dos en la estantería, en plan coleccionista? Porque "Si te gusta la oscuridad", ¿qué mejor que tener el doble de ella?