Hoy me cuelgo la mochila del terror para ir a Tailandia, no a visitar un lugar en concreto, sino a haceros partícipes de una tradición que, aunque allí es más bien religiosa, a mí me pone los pelos de punta: las casas de los espíritus.

La mayoría de las construcciones en Tailandia, constan de una de estas pequeñas casas, orientada al Norte, cuyo fin es servir como hogar para los espíritus, y así evitar que estos se adentren en sus hogares para poseerlos. Macabro, ¿verdad? Pues ahí no queda todo, pues si tienes pensado mudarte a Tailandia, no basta con ir a cualquier tienda a comprar una de estas casitas (sí, las venden por todas partes), sino que la tiene que instalar un monje budista, mientras pronuncia cánticos ceremoniales y clava las estacas.

Ahí no queda la cosa, pues todos los días, el dueño tiene que poner comida, bebida, flores y guirnaldas de incienso como ofrenda para apaciguar a los espíritus que ya habiten en ella, y a todas las fuerzas sobrenaturales que puedan interferir en el destino de su familia.

Por si esto fuese poco macabro de por sí, existen también en el país los cementerios de las casas de espíritus. Sí, como leéis. Cuando una casa se vende o se derrumba, su casa de espíritus desaparece con ella, y los nuevos inquilinos tienen que instalar la suya propia para evitar que los espíritus de la anterior los posea. 

Respetando, por supuesto, las creencias religiosas de cada uno, a mí me dan un enorme yuyu.