En esta ocasión os traigo una historia de fantasmas del periodo Edo japonés, que corresponde entre el 24 de marzo de 1603 hasta el 3 de mayo de 1868. Otras versiones la sitúan entre los años 1333 y 1346.
Cuenta la leyenda que, hace 200 años, Aoyama Shuzen, un jefe de policía, vivía en Tokio, concretamente en la calle Bansho.
Debido a su trabajo, Shuzen debía atrapar a ladrones y pirómanos, y se decía de él que era un hombre violento y cruel.
Okiku era la sirvienta que, a pesar de conocer el horrible carácter de su amo, trabajaba a destajo en la casa desde que era pequeña. Una noche, mientras limpiaba los platos de un valioso juego de diez platos de porcelana, rompió uno por accidente. A pesar de que sabía que la familia a la que servía se enfadaría mucho, pensó que sería peor si lo ocultaba, por lo que fue a hablar con la esposa de Shuzen.
Al volver a casa y descubrir el accidente, Shuzen entró en cólera y castigó cruelmente a la pobre Okiku: la ató, le dio una paliza y, a diario, le cortaba un dedo de la mano.
La mujer aguantó el calvario durante largo tiempo, hasta que un día, y a pesar de su debilidad causada por sus heridas, pudo desatarse y escapó por el jardín.
Sabiendo que jamás podría librarse de su castigo y aterrada por lo que Shuzen pudiera hacerle, Okiku decidió lanzarse a un pozo, donde murió ahogada.
Se dice que cada noche, una voz cuenta los platos hasta llegar al número nueve, a partir del cual se escucha un llanto desgarrador.
En otras versiones se vincula al Castillo Himeji, donde Okiku servía a un samurái llamado Tessan Aoyama, el cual se obsesionó con ella. Depende quién os cuente esta historia, Okiku fue asesinada por Aoyama como venganza por su rechazo, en ocasiones lanzándola al pozo o, mezclando relatos, el samurái la amenazó con acusarla de robar uno de sus platos de porcelana, castigo que se pagaba con la tortura y posterior muerte, y Okiku, temerosa de que cumpliera su palabra, se tiró al pozo al no encontrar otra salida.
Pero no acaba ahí la historia, y es que en la víspera de su muerte, Okiku salía a rastras del pozo y se presentaba ante Aoyama para atormentarle hasta el día de su muerte.
Este pozo aún se puede encontrar en el Castillo Himeji y se ha bautizado como el Pozo de Okiku. Por seguridad (y, seguramente, superstición), el pozo está sellado y se puede visitar.
Esta leyenda sirvió de inspiración para la novela Ringu, de Koji Suzuki, de la cual se hizo una adaptación cinematográfica y se convirtió en una saga de películas (remakes incluidos).
¿Qué os ha parecido la historia de Okiku?
Fuente:
- Vix
Fotografías e ilustraciones:
- Google
- Tallon4 (fotografía pozo)
¡Hola!
ResponderEliminarMadre mía, me gustan las leyendas y los cuentos japoneses pero que extremo todo, ¡todo por un plato! ajaj
¡besos!
Me encantan las historias japonesas de fantasmas, son alucinantes, me encanta de verdad y esta es fantástica 👻👻👻
ResponderEliminarBesos 💋💋💋
Qué interesante!! Me lo apunto. Un beso
ResponderEliminarTerrible, como todas las historias de fantasmas, que les gustaba eso de torturar y mutilar por un triste plato ¡Muchas gracias por compartirla! :)
ResponderEliminarBesos!
Hola! la historia pone un poco los pelos de punta, para que decir otra cosa, pero siempre está bien conocer estas leyendas. Besos!
ResponderEliminarmuy interesante
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