Era mi primera vez en la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas. Me enteré del evento unos tres días antes buscando cosas que hacer en Madrid, y no me podía creer mi suerte. Era totalmente gratis y simplemente había que hacer una reserva por internet. Seguí todos los pasos y recibí la entrada, a coste cero. Seguía sin poder creérmelo. Iba a ver en persona a una leyenda del cine, al perpetrador de títulos como ‘Desmadre a la americana’, ‘Granujas a todo ritmo’, ‘El príncipe de Zamunda’ o ‘Un hombre lobo americano en Londres’. Un titán de la comedia y del terror. Para mí, que son mis dos géneros favoritos, un auténtico Dios. Y encima estaría acompañado por Álex de la Iglesia.
Iba a ser algo muy especial.
Y allí que acudí. De los primeros, como buena persona de pueblo y que está acostumbrada a ir al aeropuerto cinco horas antes “por si pasa algo”. Me acomodé en mi silla y empezó a entrar gente, gente que se dedica a las artes audiovisuales. Grandes nombres con los que tengo poco en común, si acaso la certeza de que estábamos a punto de presenciar algo memorable.
Fernando Méndez-Leite, presidente de la Academia, sale al estrado. Humildemente, y desmarcándose del género fantástico, presenta a Álex de la Iglesia y al invitado, al igual que a la traductora (lo lamento, pero no he podido averiguar el nombre) que hace un trabajo tremendo conteniendo a Landis y a De la iglesia y transmitiendo todas sus perlas.Hubo tiempo para todo, para hablar de sus películas, de historias de sus andanzas en Hollywood (trabajó con Hitchcock y estuvo en charlas junto a John Carpenter y Steven Spielberg), incluso hubo tiempo para presumir de esposa: Deborah Nadoolman, diseñadora de vestuario y que también se encontraba entre el público. Cabe recordar que la presencia de ambos en España también estaba justificada con la entrega de premios honoríficos a sus carreras en el festival de isla calavera, en las Islas Canarias.
Algo más de hora y media mágica en la que el carisma y el conocimiento de Landis, secundado por un oyente de lujo como De la Iglesia, inundaron al público de felicidad. Tanto en inglés como en castellano, el ambiente fue de celebración de los hitos logrados por Landis, y de un constante buen humor que hizo que la velada se pasara en un suspiro.
Hubo conversaciones sobre mostrar o sugerir en el cine de terror, la capacidad en director para cualquier tipo de género (aunque se empeñen en encasillarles en cuanto tienen éxito en uno en concreto), y anécdotas sobre la lectura política en el cine (magnífica la historia sobre John Carpenter y su supuesta lección al dejar con vida en ‘Halloween’ al único personaje que no practica sexo ni aparece desnuda).
No me da miedo reconocer que fui muy feliz en ese rato y todavía no me puedo creer mi buena suerte al encontrarme con un evento tan memorable casi de casualidad.
Gracias a la academia de cine y a los participantes en este maravilloso encuentro.
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