El patio del recreo.

Y llegó el día. Por fin pude ir a Sitges. Y no podría haberlo hecho sin la estimable ayuda de esta web. Es un honor poder contar mis crónicas en los pocos días que pude pasar en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, uno de los festivales de género más importantes que existen en el mundo entero. 

Esta crónica constará de cuatro artículos, uno por cada día que pasé viendo películas, y os contaré mi breve opinión sobre las obras que vi y el nivel general del festival. Os puedo adelantar que, a pesar de no haber visto muchas películas que me hayan volado la cabeza, sí que el nivel bien en general, y no tengo que lamentar haber visto muchas películas que no me hayan gustado. Alguna ha caído, sí. Es inevitable.

Pero antes de eso me gustaría contaros cómo me sentí cuando llegue al Melià de Sitges y vi todo la parafernalia que habían montado: la alfombra roja, el photocall… todo para que los protagonistas de esas historias que nos encantan, desfilen y se hagan fotos para promocionar sus trabajos y acercarles a su público. 

No podía más de la emoción. Creo que Álex de la Iglesia lo explica muy bien, aunque yo lo voy a matizar un poco.

De la Iglesia cuenta que el público de Sitges es un público entusiasta que no juzga lo que haces, siendo de los públicos que más se permite disfrutar y dejarse llevar viendo películas. No siendo tan analítico. Sitges no es un colegio, es un patio de recreo.

El cine fantástico, aunque tenga su público, no es lo más “mainstream” del mundo. Sin ir más lejos, mi padre se refiere a eso que veo y leo como “las cosas raras que me gustan a mí”. Sin maldad ninguna, por supuesto, pero creo que pone en evidencia el prejuicio que existe hacia el género fantástico. Y, en consecuencia, aquellos a los que nos gusta el fantástico, siempre nos hemos sentido un poco apartados.

No digo que no existan personas en mi entorno que no disfrutan también con este género, pero, en términos generales, somos los menos. No estamos acostumbrados a liderar la conversación cuando se habla del cine que lo está rompiendo o de libros de los que todo el mundo esté hablando. Tampoco es que nuestra música se escuche en todas las discotecas. Estamos acostumbrados a no gritar a los cuatro vientos lo genial que es ‘Tu madre se ha comido a mi perro’, de Peter Jackson, o cómo Grady Hendrix ha llegado a España con una fuerza descomunal. Aunque no sean ajenos a nosotros, la conversación la lideran los Gómez-Jurado, los Reverte, las Greta Gerwig y los Christopher Nolan. 

Entonces, llegar a Sitges, para mí, más que llegar al patio de recreo, la sensación que me dio fue más de llegar nuevo a una clase de instituto, en el que los alumnos no te miran raro cuando hablas de la película de fantaterror que te encantó la semana pasada. En vez de no decirlo para encajar, resulta que tus compañeros te escuchan con atención, comparten contigo sus gustos y todo resulta una experiencia enriquecedora. 

La sensación de inclusión es muy fuerte cuando se celebran este tipo de eventos, y esas sensaciones no son muy frecuentes, por lo que la experiencia suele ser muy reconfortante para nosotros. Ver un montón de películas de gente que admiras con gente que comparte el mismo entusiasmo que tú por esos artistas. 

Sitges es llegar y encajar, llegar y sentirte como en casa. Sitges es mágico y los que lo hacen son auténticos alquimistas.

Espero transmitir con mis palabras, aunque sea una tercera parte de la cálida sensación que te deja participar en algo así. Le doy infinitas gracias a Chica Sombra por darme la oportunidad de contarlo aquí, y espero que encontréis estos textos, al menos, entretenidos.

Comienzan mis crónicas de Sitges. Comienza la aventura.