Quizás sea necesario algo de contexto para hablar de la obra de Brendan Vidito. Durante una charla que tuve en mi canal de Youtube con el autor, tuve la oportunidad de comprender de dónde vienen todas estas historias. Veréis, cada relato de Vidito es terriblemente orgánico. Habla de tejidos y secreciones con una naturalidad pasmosa, y eres capaz de oler y casi de saborear algunas páginas. La facilidad para describir cuerpos (y, en realidad, cada una de sus partes) le han relacionado con maestros del terror como David Cronenberg, más concretamente con su corriente denominada ‘la nueva carne’. No van desencaminados, la verdad.

El objetivo del autor es provocar una serie de sensaciones que no deberían ir de la mano. Dicho por él mismo, nada le hace más feliz que un lector que se siente excitado en un momento en el que no debería sentirse así. Muchos autores intentan hacer eso, pero pocos lo consiguen como Vidito. Eso se traduce en una capacidad para transmitir que pocos autores consiguen.  Y digo que quizás sea necesario algo de contexto porque hay que comprender que Vidito escribe esto desde lo más profundo de su interior. Todo esto viene de sensaciones que tuvo durante periodos en los que una enfermedad le tenía más convaleciente. Su cerebro funcionaba de distinta manera, y eso le hacía ver cosas que no estaban ahí. Ya fuera la medicación, ya fuera la naturaleza de esta enfermedad, su gusto por el terror (el autor es un cinéfilo empedernido) ha transformado todo esto en una serie de relatos que sorprenden por las cotas de grafismo que alcanza con palabras. 

Ya comenté en su día lo mucho que me gustó su antología ‘Pesadillas en el éxtasis’, de lejos una de las mejores lecturas que tuve este año que acaba de terminar. Y le tenía muchas ganas a su otra antología. Sabía que iba a ser un libro especial, por lo que lo reservé para finales de año para acabar 2023 con un buen sabor de boca. Por así decirlo.

El reto al que me enfrenté es que estaba en inglés, por lo que no podía disfrutar de la traducción de Robbie Darko, pero bueno, siempre está bien poner a prueba mi vocabulario relacionado con la casquería.

Nos avisa Vidito en la charla que esta serie de relatos están relacionados con los primeros en parte, pero que sin duda se centran más en una perspectiva psicológica, de sensaciones, más que tirar para el body-horror tan característico de su primera antología. Y estoy de acuerdo con él, en parte, pues si bien es cierto que estas historias tienen más mundo interior, el terror viene de algo no tangible que ocurre en la mente de los protagonistas, esta recopilación no está exenta de su ración de protuberancias, fluidos y dolor.

La mezcla de géneros sigue vigente. Aunque la finalidad y el marco sean puramente terroríficos, hay elementos característicos de la ciencia ficción en estos relatos. Ahí están los mundos distópicos, las premoniciones y seres que crean su propia prole a través de mecanismos dignos de las más asquerosas pesadillas de Asimov o C. Clarke. En este sentido, sí que recuerdan a Cronenberg por esos escenarios distópicos y caprichos de científico loco que eligen el asco como modo de impacto en el lector. ‘La mosca’ es un claro ejemplo de ello, sin ir más lejos, y retoma la senda que iniciara Mary Shelley con su moderno Prometeo. 

Sin embargo, recordemos que el objetivo de Vidito es más “visceral”. Una de las características de su ‘Pesadillas en el éxtasis’ es que sorprendía por la homogeneidad en la calidad de los relatos. A mi parecer, por supuesto. Esta antología la noto más irregular. Hubo relatos que me interesaron menos, pero los que lo hicieron, la verdad es que llegaron hondo. En concreto, recuerdo uno de tan sólo tres páginas en las que Vidito concentra de todo y provoca también de todo en el lector. Uno de los más impactantes, sin duda, que haya leído suyos.

Os recomiendo fervientemente que empecéis a leer a este autor, que da la casualidad que es más majo que las pesetas y es todo bondad y educación, algo que sorprende leyendo sus historias. En la charla también comentó que estaba trabajando en una novela, un formato novedoso para él, pero al que también estoy deseando hincarle el diente. 

Gracias, Brendan, por tu tiempo y por tus historias. Un abrazo grande desde España hasta Canadá.