Eso es vivir con miedo. Y no quiero vivir con miedo. Porque he vivido con miedo durante tanto, tanto tiempo… Y ahora me niego. Ni quiero, ni puedo.

Volar o no es la historia de Andrea. La historia de su último año y medio de vida. De una vida controlada por el miedo. Así lo siente ella. Miedo a no atreverse, a no decidirse, a no dar el paso, a no elegir. Miedo a vivir y a morir.

Volar o no es la historia de un recuerdo olvidado, de una noche envuelta en brumas, de unos versos escritos en la página de un diario. De una búsqueda, de una lucha.

Volar o no es la historia de un anhelo que no se acaba de materializar. De muchos deseos que se quieren alcanzar. Y del empeño de Andrea por ver las estrellas brillando en el firmamento. De su abrir las alas al viento. De volar.

Siendo sincera, ni siquiera me leí la sinopsis de esta novela. Y no lo hice por un simple motivo: la iba a leer igualmente, ya que está escrita por Santy Portela, amigo y redactor de esta web. Ya lo había leído en otros géneros, y estaba deseando ver cómo se mueve en novela, y más en una que toca temas muy delicados.

Andrea, la protagonista, no sabe si volar o no. Si saltar por su terraza, abrir los brazos como alas y estrellarse contra el suelo de una puta vez para acabar con su existencia de mierda. Y de ahí parte esta novela, de las dudas de Andrea cada vez que intenta dejar este mundo del que ya no le importa nada. Pero también nos cuenta su búsqueda de unos ojos que la obsesionan, su lucha para arrancar a su madre de los brazos de su maltratador, su intento de volver a quererse a sí misma o, al menos, aceptarse y tener algo que la motive.

Es una historia que, a pesar de su dureza, no nos mete la pena de golpe. Quiero decir, no hay un punto álgido, una vuelta de tuerca o un suceso repentino que nos rompa el corazón. No. Lo que hay es un dolor que se nos muestra a cuentagotas, una crítica brutal sobre la salud mental en los jóvenes de hoy en día, que andamos medio perdidos buscando nuestro sitio mientras vamos de un trabajo de mierda a otro. Una visión hiperrealista de la depresión, que no nos muestra a alguien metido en la cama todo el día, sino a una persona que se levanta para ir a trabajar, queda con sus amigos, sale de fiesta... pero que no encuentra sentido a nada de esto.

Una novela realista, que, a pesar de ser bastante lineal y no tener sobresaltos, nos tendrá con el corazón en vilo y pendientes de Andrea, como si fuera una amiga a la que le deseáramos con todo nuestro ser un happy ending.